El
desabastecimiento y la escasez están haciendo de las suyas. En las zonas
rurales de las afueras de Caracas, existen muchas casas de gente humilde que
tienen espacio para sembrar hortalizas y tubérculos para consumo propio. Ni siquiera
su destino es para la venta.
Ahora
existe una nueva moda, que es robar por las noches en los pequeños sembradíos o
conucos de esas personas, no se trata de hampa común, son los propios vecinos
que riegan la voz de lo que hay en cada casa y así suceden las cadenas de
hurtos.
No
es casual que estos robos se produzcan en una misma comunidad o caseríos. Ya los
vecinos han perdido hasta el sueño para estar pendientes de quien entra a sus
propiedades que, en su mayoría, no cuenta con enrejados de seguridad
apropiados. Colocan ramas, o se limitan a hacer cercados con la propia
naturaleza, colocando cayenas o bambú para que, al crecer, formen paredes con
sus propios enramados, cosa que permite que cualquiera que se lo proponga,
entre con facilidad.
En
el sector de Caucagua, estado Miranda,, está sucediendo, y es algo que ningún
medio ha reseñado. Anoche, una familia común que tiene poco tiempo viviendo en
la zona, compraron una propiedad en la que ya existían varios árboles frutales:
mangos, lechosas, parchitas, naranjas, mandarinas, aguacate y piñas. los han
cuidado muy bien para que la producción no decaiga, aparte de eso sembraron
plátanos y yuca y se le dio perfectamente por las condiciones del suelo.
Mientras
dormían, un grupo de personas ingresaron y arrasaron las plantaciones de
plátano y yuca, que es uno de los alimentos más buscados dado la escasez de
arroz y pasta, pues son un buen sustituto de estos carbohidratos. Se levantaron
y se consiguieron con la sorpresa que ya no tenían los racimos de plátanos que
estaban cuidando y que las plantas de yuca habían sido arrancadas.
Hasta
este punto está llegando la descomposición social en Venezuela. Ya los
principios y valores quedaron en el pasado e impera la anarquía y la barbarie.
Ni los más humildes están a salvo. Somos un país de víctimas… ¿habrá que
acostumbrarse a la desesperanza? Me niego a creerlo.
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